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Poder vivir de la agricultura es cada vez más complicado en un país en el que las administraciones no protegen al pequeño agricultor y el consumidor ignora el origen de lo que consume en un mercado sumamente globalizado. Estos son algunos de los problemas del sistema agroalimentario actual que el Colectivo Eixarcolant se propone afrontar mediante la recuperación de plantas olvidadas.
Marc Talavera es uno de los miembros fundadores de Eixarcolant, doctor en Biología especializado en etnobotánica, agroecología, ecología forestal y comunicación científica. Hemos hablado con él para que nos cuente la labor del colectivo y nos comparta su visión del sector agroalimentario actual:
¿Cómo surgió el Colectivo Eixarcolant?
Surgió hace un poco más de 5 años empujado por varias personas. Se creó a partir de la siguiente reflexión: tenemos un entorno que tiene muchos recursos, concretamente tenemos muchas plantas silvestres comestibles que no utilizamos y, a la vez, tenemos un modelo alimentario y agrario que tiene muchos problemas estructurales.
No sabemos de dónde viene lo que consumimos, a los agricultores les es complicado encontrar alternativas a los cultivos mayoritarios de los que obtiene muy poco margen de beneficio y que no le permiten vivir de forma digna. De ahí llegamos a la idea de que podría ser interesante recuperar esas especies comestibles y de usos más tradicionales. Hacerlo no como objetivo final sino como herramienta para que nos ayude a todos a tener una relación distinta con el entorno, poder cultivar algo diferente y comercializarlo de forma diferente.
¿Cuáles son los objetivos principales y los valores de Eixarcolant?
Fomentar un modelo de producción, distribución y consumo de alimentos más sostenible, más ético y más justo. Un modelo que fomente la biodiversidad territorial y la soberanía alimentaria. De esta forma queremos llegar a tener un sistema socioeconómico que entienda el territorio como una riqueza y le dé un valor no solo desde un punto de vista productivista; sino también como una fuente de servicios ecosistémicos, de aprovisionamiento, de regulación, de bienestar, recreativos, etc. Unos servicios que harían del territorio y todo lo que pasa en él algo importante incluso para las personas que viven en los lugares más densamente poblados de Cataluña.
¿Qué beneficios aporta recuperar el cultivo de especies silvestres comestibles que ya casi no se consumen?
Básicamente nos permitiría obtener dos beneficios que son clave:
- Diversificar lo que plantamos en las explotaciones agrarias con especies comestibles y variedades agrícolas tradicionales. No hablamos de seleccionarlas si no de incorporarlas en este medio donde pueden crecer de forma fácil.
- Hacer el mercado más justo. Si una explotación agraria está basada en 3 productos sujetos a un precio global el agricultor no puede decidir a cuánto vende lo que produce. En cambio, reintroducir esas especies que se han perdido y ya no se encuentran en el mercado nos permite tener independencia respecto al mercado global. Estos cultivos no tienen un precio fijado, es el propio agricultor quien decide a cuánto venderlo. De esta forma puede desarrollar mejor su actividad agrícola y puede producir productos transformados a partir de esas especies y variedades. No solo eso, además se generará una economía para el que fabrica los botes de la mermelada, el que se encarga de transportarlos y distribuirlos, el que hace las etiquetas, etc.
Por lo tanto estaremos generando una economía local y podremos hacer del territorio una fuente de diversificación y dinamización económica. Además en términos ambientales y de ecosistema pasaremos de un territorio cada vez más pobre en diversidad paisajística, agraria y forestal, a conseguir incrementar la biodiversidad y también los paisajes culturales, fruto de la interacción de las personas con el territorio durante siglos.
Nosotros lo vemos como un engranaje que había dejado de funcionar y al que le faltan muchas piezas. No es tanto que se empiece por un sitio y se acabe por otro si nos que hay que ir llevando a cabo diferentes acciones en paralelo.
Desde Eixarcolant trabajamos a partir de 10 ejes de acción: Investigación de conocimiento, divulgación, línea editorial, conservación y venta de semillas, asesoramiento agrícola, información en zonas urbanas, parte de alimentación, etc.
Estas son piezas que tienen que sumarse y permitir que se genere la posibilidad de cultivar estas especies, pero que en paralelo se genere interés por parte de los consumidores y consumidoras. Explicamos a los consumidores los usos, beneficios, propiedades de esas especies así como el proceso que hay detrás del cultivo de estas especies y lo que implica.
¿Por qué se dejaron de consumir estas especies?
No se han abandonado ni porque fueran malas ni buenas, se han abandonado por tres factores coyunturales de tipos socioeconómico-demográfico: Por un lado el hecho de que la mayoría de personas estén en un entorno más urbano, de que hayan dejado de estar en contacto con estas plantas, hace más difícil que puedan imaginar cómo las pueden aprovechar.
Por otro lado, la llegada de la revolución verde que supone el paso de una agricultura de autoconsumo basada en la calidad a una agricultura basada en la cantidad hace que se pierdan muchísimas variedades tradicionales. A lo largo del siglo XX se han perdido 3 de cada 4 variedades tradicionales en el mundo, sin que Cataluña y España sean una excepción. Se han dejado de utilizar porque no es lo que estaba de moda.
En tercer lugar también ha habido un factor emocional y es que durante la posguerra las personas se vieron obligadas a consumir por fuerza una serie de plantas que después han querido olvidar. Este sería un tercer factor que explica por qué en los años 50 y 60 nuestros abuelos no vieron como una opción de futuro utilizar esas plantas, pues les hacía recordar a tiempos en los que lo habían pasado mal. En definitiva son factores que no tienen nada que ver con las cualidades nutricionales de estas plantas.
¿Qué grandes problemas tiene nuestro modelo agroalimentario y qué hace falta cambiar?
Tiene tres grandes problemas:
El primero es que la mayoría de consumidores no piensan ni se preocupan en lo que hay detrás de los productos. No solo eso, los que sí están concienciados (que cada vez son más) confunden los conceptos sostenible, ecológico y saludable. A nivel mediático y de redes sociales estos conceptos se utilizan de forma sinónima y esto provoca que aquellas personas que realmente quieren esforzarse en hacer un consumo más sostenible y más ecológico la mayor parte de veces no están contribuyendo en absoluto en eso que creen. Las empresas han visto que hay un interés creciente de la población por comprar sostenible y venden productos bajo el nombre de sostenible, pero que en realidad no lo son. Lo pueden hacer porque no hay una manera de comprobarlo.
El segundo problema son las políticas agrarias por parte de la administración que desde hace décadas han incentivado este modelo de agricultura industrial pensado a gran escala. Esto plantea que el agricultor cada vez tendrá menos margen por unidad de producto y hace mucho más difícil que alguien pueda vivir de trabajar en el campo. Ahora mismo solo un 1.4 de la población activa (46.000 personas) de Cataluña se dedica a la agricultura cuando el potencial sería como mínimo de 7 veces más.
El tercer problema es que hemos perdido la diversidad dejando de lado estas especies. Si los agricultores no saben qué cultivar, si no cultivan productos que pueden darles cierta diferenciación, un valor añadido, difícilmente podrán transformar el modelo y dar opción a las personas a ganarse la vida en el campo y generar ocupación en el mundo rural.
¿Qué crees que pueden hacer las personas a título individual para contribuir a mejorar este sistema?
De un lado informarse para que no se queden solo con lo que dice el anuncio si no ir más allá y averiguar qué hay detrás. Participar en los proyectos ayudando a productores y productoras que están haciendo muy bien su trabajo.
Otra cosa muy importante es que si cuando compran no encuentran eso que les gustaría encontrar que lo pidan. Al fin y al cabo la sociedad de consumo en la que vivimos es muy adaptable y se adapta a las demandas de los consumidores y consumidoras. Si el consumidor exige que se incluya la información de trazabilidad en las etiquetas de estos productos al final las empresas lo acabarán haciendo. Creámonos que si todos lo pedimos lo que hay detrás de estos productos puede cambiar.
Escrito por Clara Valls.