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Términos como mindfulness o atención plena resultan cada vez más familiares a aquellos interesados en trabajar en el equilibrio de su cuerpo y mente. Pero la práctica de mindfulness ayuda también a fortalecer la conexión entre las personas y su entorno. Hablamos de todo ello con Álvaro Sepúlveda, formado en la Universidad Camilo José Cela de Madrid, y centrado en la divulgación de los beneficios terapéuticos de la atención plena.
¿Qué es el mindfulness?
Mindfulness es la capacidad para prestar atención a nuestra experiencia actual de una forma receptiva, lo que nos permite regular nuestro estado voluntariamente. Esta habilidad se entrena a través de diferentes prácticas, entre las que destaca la meditación.
¿Cómo puede iniciarse en la práctica de la meditación una persona que nunca la ha practicado?
Para iniciarse en algunas técnicas puede bastar con una app para smartphones, para otras es necesario una explicación más extensa de las que se suelen encontrar en estos formatos. Pero, para averiguar cuál es la técnica que necesitas y superar los primeros obstáculos, lo ideal es realizar una formación en mindfulness con un instructor acreditado.
¿Y hacia dónde evoluciona?
La popularidad de la atención plena en Estados Unidos se ha triplicado durante los últimos 5 años. Cada vez hay más médicos que prescriben paseos, yoga o meditación para tratar todo tipo de dolencias, desde la ansiedad al dolor crónico. También se está extendiendo su uso en el ámbito educativo y laboral, ya que los empleados empiezan a solicitar una mejor cobertura de salud mental, especialmente desde el inicio de la pandemia. Además, la investigación no sólo está profundizando en los beneficios de la atención plena para la salud, sino que está explorando su influencia positiva en otros ámbitos como el comportamiento prosocial.
Tú tratas con mucha gente que se interesa por la meditación ¿cuáles son sus motivos? ¿Por qué la gente llega al mindfulness?
Algunas personas buscan sentirse mejor y tener un mayor equilibrio, otras padecen síntomas diversos que necesitan comprender y manejar.
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¿Cuál es el practicante tipo?
Lo cierto es que practican mindfulness todo tipo de personas, pero si tuviera que buscar un rasgo compartido por todas ellas, sin duda sería la voluntad de mejorar. Pienso, por ejemplo, en el opositor que quiere reducir sus niveles de estrés, la empresaria que desea dormir mejor y el adulto que está lidiando con un trastorno de ansiedad y no se me ocurre otro elemento común, son personas que pertenecen a contextos muy diferentes y tienen gustos y costumbres igualmente heterogéneos.
¿Qué le dirías a alguien que ve imposible lograr esa “desconexión” que ofrece la meditación?
Meditar es algo que puede hacer cualquiera porque a fin de cuentas se trata de entrenar la atención, que es una cualidad universal. Si bien es cierto que es una actividad introspectiva que no le atrae a todo el mundo, también lo es que existen una gran variedad de técnicas y a veces es cuestión de dar con la que mejor se adapta a cada uno. Es un poco como el deporte, no todo el mundo es deportista, pero hay suficientes actividades deportivas como para que cada persona encuentre la que más le guste.
¿Cómo la práctica de mindfulness puede fortalecer la conexión entre las personas y el entorno?
Mindfulness nos ayuda a conectar con nosotros mismos, nos permite recordarnos y ser más conscientes de nuestros estados. Esto también nos permite poder percibir mejor a los demás en su totalidad, nos vuelve más empáticos. No es casualidad que mindfulness mejore la convivencia en los entornos de trabajo y disminuya los conflictos violentos en las aulas. La investigación del impacto de Mindfulness en el comportamiento ecológico todavía es muy reciente, pero algunos estudios sugieren que la práctica meditativa puede hacernos más sensibles a las necesidades de nuestro entorno y puede favorecer la adquisición de hábitos ecológicos. Además, la atención plena nos ayuda a observar nuestros comportamientos mecánicos y nos ofrece cierta libertad para liberarnos de patrones obsoletos. Creo que eso es algo fundamental ante esta crisis socioecológica, la educación ambiental es imprescindible, pero no siempre es suficiente. A veces tenemos información y buenas intenciones, pero no podemos desprendernos de costumbres que nos resultan invisibles.
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¿Cómo lo relacionarías con la práctica de un consumo responsable?
Meditar genera una satisfacción que no depende directamente de factores externos. Normalmente pensamos en la felicidad como una consecuencia de nuestros logros, no como un estado que también podemos cultivar intencionadamente. Las personas que meditan con frecuencia conocen sentimientos reconfortantes que están más allá de lo que hacen o lo que tienen, por lo que no necesitan consumir continuamente para sentirse bien. Como, además, están más acostumbrados a percibir lo que pasa en su interior, les resulta más fácil discernir qué es una necesidad real y qué es un deseo pasajero, lo que les hace menos impulsivos a la hora de consumir y menos manipulables por el marketing.
¿Debe de acompañarse la meditación con algún cambio de hábitos?
Realmente no. La meditación debe servirnos para identificar nuestros patrones de pensamiento y cambiar nuestras reacciones automáticas. En otras palabras, debe servirnos para ser un poco menos robots y un poco más humanos, pero no hay una lista de hábitos que debamos abandonar y otra de los que debamos acoger. Cuando llevas un tiempo meditando empiezas a ser más consciente de lo que ocurre en tu mundo interior, y eso te da un margen de acción interesante, pero los cambios son diferentes en cada persona. En cualquier caso, puedes plantearte muchas de las cosas que antes hacías sin darte cuenta, y te aseguro que te sorprenderán tus descubrimientos.