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Mira bien esta imagen. Tiene casi todos los componentes que necesita un paisaje. Nos fijamos en las islas, la franja de mar que dibuja una playa, los humedales más cercanos a nuestro ojo y su vegetación que adopta tonos dorados en invierno. Relajamos la vista, esto parece ser hermoso, pero No es un Paisaje. Verlo en directo y en toda su extensión con hoteles cerca, bloques de apartamentos y casas de segunda residencia desmonta un mito, pero es al fin y al cabo nuestra huella humana. La filósofa Marta Tafalla lleva tiempo desmitificando la idea de paisaje y recordando que esa imagen es algo más que el cúmulo de hierba, piedra y agua bien dispuesta. En ese pequeño trozo hay un montón de vida a la que no consideramos para nada, diversidad de peces y aves, insectos con características diferentes, seres que se esconden tras los arbustos y que identifican ese paisaje como su casa. En su libro “Ecoanimal: Una Estética Plurisensorial Ecologista y Animalista” (Plaza y Valdés edit.) Tafalla nos habla de la diversidad de sentidos y de las limitaciones que los humanos nos ponemos en nuestra conexión con los otros seres que habitan el planeta. Si los consideramos como lo que son y contactamos con ellos con respeto, intentando descifrar el lenguaje que utilizan para comunicarse con nosotros descubriremos otra forma mucho menos antropocéntrica de vivir en la Tierra. Desde que leí su libro paseo por las zonas naturales, sin mucha huella humana, de otra manera. Aplico el sentido del respeto e intento cuidar de lo que piso. Me doy cuenta de que lo que perciben mis ojos y me maravilla descubrir que no está sólo a mi disposición.
Esa forma de conectar con la naturaleza me recuerda a la necesidad de recuperar nuestro lado salvaje, ese que hemos perdido con la evolución de la civilización. A menudo, para entender lo que nos ha pasado, algunos humanos han apostado por retirarse un tiempo a lugares de difícil socialización. Fue el caso de Henry David Thoreau, que ya es un mito y una guía para muchas personas. De su retiro en Walden nacieron libros, escritos, reflexiones que son un tesoro. Te los recomiendo todos, claro que los escribió en la segunda mitad del s XIX pero sus palabras son tan válidas ahora como lo fueron en el momento de editarlas. A mi me marcó “Walden o la vida en los bosques” una buena versión en castellano es la que realizó hace poco Errata Naturae con la traducción de Marcos Nav.
Siguiendo esa búsqueda de lo salvaje nació hace dos años una Revista que quiere recuperar esa esencia: Salvaje. Participé en su campaña de crowdfunding porque creo que vamos faltos de publicaciones de estas características y que sus artículos pueden ser una inspiración para seguir con fuerza nuestro camino. La revista que quiere sacarte al campo y dar voz a nuestros pueblos consiguió su objetivo y ya lleva 7 números, es de carácter trimestral y en sus páginas hay auténticos tesoros de conocimiento verde. Me gusta de ella la visión que ofrece del ser salvaje, de la vida silvestre. De su primera entrega me impresionó un artículo sobre la evolución que han tenido los niños y niñas, ahora ya son jóvenes adultos, nacidos del movimiento de comunas en pueblos abandonados, ese impulso de los años 80 para experimentar una vida con más conexión natural. Se llaman Libertad, Sabina, Violeta, Sol, Noé, Paz… explicaban sus sorpresas al salir de la vida en comunidad por el comportamiento tan diferente, la gente no iba a playas nudistas o cerraba la puerta del baño en la casa familiar. Sol resume su etapa infantil de una forma maravillosa “Mi infancia me ha dado la perspectiva de considerarme parte de la naturaleza, y no un ser superior que tiene carta blanca para disponer de todo sin pensar en las consecuencias”
Si te ha picado el gusanillo de la Revista Salvaje no tienes más que acercarte a ella, colaborar no es nada difícil.
Casi sin pedirlo comenzaron a cruzarse en mi vida personajes a lo Thoreau que llegaban de la gran pantalla. El primero fue el clásico Dersu Uzala de Akira Kurosawa, volví a él gracias a Cristian Segura y Andrea Rodés y a su libro Viaje al Ussuri. Tras los pasos de Dersú Uzalá (Altaïr Edit.) Los dos recorren en un Toyota japonés el espacio inmenso entre las ciudades de Vladivostok y Jabárovsk, el lejano este ruso, donde el protagonista de la peli Kurosawa vive y caza, totalmente solo o mejor dicho, sin vida humana a su alrededor. En realidad el director de cine japonés sacó el personaje del libro que el explorador ruso Vládimir Arséniev escribió para explicar sus experiencias mapeando la zona salvaje. En dos de esas expediciones, Dersu Uzala le hizo de guía y sus vivencias quedaron inmortalizadas en el libro y más tarde en el film de los años 70. De forma distinta o quizás igual se comporta el protagonista de la película mucho más actual El Perdido/El Perdut/ The Lost Man de Christophe Farnarier, un hombre solo en su desesperación intenta un sucidio en medio del monte, escopeta en mano y acaba viviendo en solitario, comiendo lo que encuentra y caza, alejándose de la conexión humana. Es una película casi sin palabras, con un paisaje inmenso, pero con la visión real de paisaje, la que aquí estamos comentando. En Hollywood también han hecho la suya, claro como no, Into The Wild /Hacia Rutas Salvajes de Sean Penn.También está basada en una historia real, la de Christopher Johnson McCandless, un joven de Virginia con notas extraordinarias en Harvard, licenciado en Antropología y harto del materialismo y la hipocresía familiar, dona sus ahorros a una ONG, desaparece de su grupo humano y comienza un viaje ligero de equipaje que… no voy a hacer un spoiler, mejor la recuperas en la red.
En la experiencia de Christopher el entorno en el que decide vivir no se presenta como un paisaje, aunque él al inicio lo considere así. Reflexionar sobre el lugar que nos rodea y que mantiene todavía algo de la mano natural puede hacerse desde muchas perspectivas. La de las hermanas Maria y Anna Auquer que aparecen en la nueva Revista NIU es una de las más interesantes. Y siguen los pasos de su padre, el arquitecto Lluís Auquer que construye las casas desde dentro y hacia fuera, pensando en la vista exterior que tendrás cuando la habites. Para las Auquer es muy necesario ahora superar la domesticidad del paisaje, esa recurrencia también del movimiento ecológico que se ha centrado solo en apoderarse del paisaje natural para luego domesticarlo. Con el propósito de ofrecer esa otra mirada María y Anna crearon el Col.lectiu Maap desde donde repiensan continuamente el territorio cercano. Para ellas esos momentos de abrir las persianas, escuchar la tramuntana o tender la ropa son momentos para conectar con el paisaje. Durante la conversación escrita del artículo Anna cuenta cómo en la pasada primavera su cuñada elogió la belleza de los campos de colza que divisaba desde su pequeño pueblo de Jafre en Girona, muy cerca del mar. Pero si te paras a pensar, sigue reflexionando Anna, se trata de colza, monocultivo para hacer biodiésel, subvencionado por Europa… si profundizas y entiendes el conflicto que todo esto provoca, entonces ese paisaje ya no es tan bonito. La Revista Niu que felicitaba el nuevo año con un paisaje clarificador, cubre todas esas necesidades, nos facilita herramientas para repensar nuestra vida en la tierra y lo hace desde un pequeño rincón del mundo, con iniciativas y propuestas glocales, que quiere decir local pero con esencia global, porque al fin y al cabo si nos consideramos como especie, nuestra acción humana sobre el territorio es muy similar aquí y allá, solo necesita cambiar de rumbo aquí sobretodo.
Y verás, el título de este artículo no es mio. Se lo he tomado prestado, a propósito, al artista Daniel de la Barra. Conocí su trabajo gracias a la residencia de artistas Homesession que siempre tiene a punto propuestas que nos sacuden y nos despiertan. En su última residencia artística Daniel ha trabajado el concepto de paisaje basándose en lo pintoresco, esas representaciones que privilegian parajes naturales donde todo parece crecer en armonía. Hubo un tiempo en que esta pintura fue muy valorada, de hecho formaba parte de las clásicas exposiciones artísticas, lo que nunca había quedado claro era el trasfondo de la representación. Los cuadros de Van Gogh mostraban tan solo la luz de los trigales? Las bonitas escenas de campo de Millet no reflejaban en realidad la explotación laboral y la miseria de los protagonistas? Daniel lleva mucho estudiando ese punto de vista, esa mirada sobre el paisaje en la que dibujos y representaciones clásicas de viajes en el s XVIII dejan entrever lugares donde grandes corporaciones han construido asentamientos de extracción junto a negocios neocoloniales de explotación sexual, facilitando la deforestación, el desarraigo, la pobreza y el desequilibrio planetario. Vistos en un Museo, estos cuadros pueden parecer bonitas estampas naturales y costumbristas de indígenas en su ecosistema, la realidad es otra mucho más dura, más cruda y mucho menos artística. Si, esto No es un Paisaje, más vale que te des cuenta pronto y aprendas a mirar con otros ojos, porque ahora ya no hay tiempo para la admiración platónica y tiene razón Daniel de la Barra: los dibujos botánicos y la pintura de viaje dicen mucho del mal que le hemos hecho al planeta, seamos capaces de revertirlo. Si necesitas más argumentos puedes escuchar a Daniel en esta entrevista de hace unos meses, cambiará tu mirada sobre el paisaje, la tienes aquí
Conoce a Pilar Sampietro
Soy periodista radiofónica especializada en ecología y cultura. Dirijo y presento Vida Verda en Ràdio 4, así como su versión en castellano, Vida Verde, en Radio Nacional de España (RNE) y Radio Exterior, programas sobre crisis climática y ecológica, biodiversidad, paisaje y cultura. En Radio 3 presento Mediterráneo, un espacio sonoro sobre música, efectos migratorios y cultura de los diferentes rincones del Mediterráneo. Además, colaboro habitualmente en blogs de ecología como Alterconsumismo (El País Digital), soy coautora de los libros El jardín escondido (Pol·len, 2013) y, más recientemente, La ciudad comestible (Morsa, 2018), donde exploro experiencias y propuestas para hacer más verdes las ciudades.