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Hasta hace muy poco, este espacio lindaba con un proyecto de urbanización en plena costa que avanzaba imparable. A los ecologistas de la zona les costó 30 años de litigios judiciales conseguir que el cemento se detuviera y al fin, a través de un proyecto europeo Life, la vida volvió al lugar. Se levantaron los paseos, las columnas de hormigón, las instalaciones eléctricas y volvieron el agua y los pájaros. En pocos meses la zona comenzaba un proceso de recuperación y con él llegaron las visitas de pajareros, excursionistas, amantes de la naturaleza y vecinos entusiastas. Pero ahora, ¿cómo nos acercamos a esa zona ya protegida? ¿Cómo la valoramos? ¿Cómo saber que nuestro paso, nuestra actividad en ella no sigue dejando una huella irreparable para los seres que más la necesitan? ¿Sabemos lo que significan los Espacios Protegidos? Me da la sensación que tenemos todavía mucho por aprender.
En Doñana por ejemplo siguen las alarmas de su fragilidad. Hace pocos días el Parlamento Andaluz aprobó una amnistía para facilitar el riego de cerca de 2.000 hectáreas de cultivos ilegales. En su mayoría se cultiva la fresa, de forma industrial e intensiva, como corroboran desde WWF que llevan años denunciando la situación. La extracción de agua está provocando un desequilibrio en la fauna y la flora de Doñana, tanto que influye ya en las migraciones de pájaros. Por eso Bruselas ya ha amenazado con multa al gobierno autonómico andaluz, porque ve peligrar la presencia de esos individuos alados en Europa, si el humedal más importante para su descanso se degrada y comienza a secarse. Y no parece que importe porque poco se habla de ello. En cambio sabemos lo fácil que es ir a la compra y hacernos con una caja de fresas a buen precio, que lleven el sello de Doñana nos da tranquilidad porque lo relacionamos con un parque natural y protegido ¿pero en qué se basa esa protección? Además de Parque Natural, Doñana es Reserva de la Biosfera, Patrimonio de la Humanidad y parte importante de la Red Natura 2000. También cuenta con la Medalla de Andalucía que la Junta autonómica concede a las acciones, servicios y méritos excepcionales realizados en tiempos de Paz por los ciudadanos o entidades, parece paradójico ¿verdad?. Lee más sobre la situación de Doñana ahora en la página de WWF
Esto que ves es una isla. Se formó cuando se creó el Pantano de Valdecañas, ahora es más bien un embalse. Muy cerca de allí cuando las aguas disminuyen, emerge un complejo megalítico de la Edad de Bronce, se conoce como el Dolmen de Guadalperal y lo llaman el Stonehenge español, en referencia al monumento inglés de Amesbury, es un lugar muy especial. Cuando la isla se originó de manera espontánea, proliferó la vida animal, vegetal y pajarera y como tenía poco acceso humano, su biodiversidad creció hasta el punto de ser incluida en la Red Natura 2000 de Espacios Protegidos. El hecho no evitó que en 2007 la Junta de Extremadura aprobara la construcción de un “resort” con el apoyo del PSOE y el PP extremeños a través de un proyecto especial. Así se edificó en el lugar un complejo turístico cargado de hormigón y cemento. Se le dio el nombre de La Marina Isla y se construyeron 185 villas, un campo de golf, un hotel de 4 estrellas, una playa artificial y un embarcadero. Ecologistas en Acción denunció de inmediato la construcción y el Tribunal Superior de Justicia de Extremadura declaró ilegal el proyecto en 2011 y ordenó paralizar las obras y restaurar los terrenos. La decisión la ratificó el Tribunal Supremo en el año 2014 y aun así la Junta trató de legalizar el resort y declaró que era imposible ejecutar la sentencia. Un informe del CSIC aclaró después que era menos dañino para el lugar demoler y restaurar el terreno que dejar la urbanización tal y como ahora está. Hace pocas semanas el Tribunal Supremo ha ordenado la demolición completa de la urbanización y ha vuelto la polémica. La entidad Ecologistas en Acción sufre ahora un auténtico acoso mediático por intentar que se cumpla la decisión judicial, afirma que los políticos aluden el tema desviando la atención hacia la acción de los colectivos ecologistas y recuerda que el proyecto era ilegal desde el principio, que no se podía urbanizar en un espacio protegido, declarado así por la propia Junta de Extremadura. Pero el caso tiene todavía más peso cuando algunas voces explican que los pueblos de alrededor perderán una fuente de actividad económica. Ángel García Calle, portavoz de Ecologistas en Acción en Extremadura lo desmiente, cuenta que en el pueblo de El Gordo, el más cercano al resort, solo 3 personas viven directamente de los beneficios de La Marina Isla, en un pueblo por cierto en el que la tasa de desempleo está en torno al 50% de la población. García Calle explica que eso podría cambiar con la creación de trabajo local gracias al proceso de demolición del resort y a la restauración de la Isla, que además beneficiaría a un sector muy amplio de profesionales. Infórmate algo más, si te ha picado el gusano del asunto aquí.
Photo by Shaun Dakin on Unsplash
Datos del 2018 contabilizaban como áreas protegidas en el mundo un 14,9% de la superficie terrestre y un 7% del área marina. Y sin embargo solo un 20% de ellas están protegidas en realidad. Son zonas muy frágiles que se exponen a macroproyectos en pos de la denominada Transición Energética. Te hablo de los macro parques eólicos. Ahora, en estos momentos, grandes empresas de la ingeniería como SENER-Blue Float están detrás de los proyectos que se quieren instalar en el Mediterráneo, en zonas de conservación marina y parques naturales como el proyecto Tramuntana, a instalar entre los parques del Cap de Creus y el del Montgrí, Illes Medes i Baix Ter, o el proyecto Mar de Ágata, en Cabo de Gata, Almería. Y también firman el proyecto Nordés, para instalar en las Rías Altas coruñesas, a unos 30 km mar adentro de la costa del Ferrol, en Galicia. Cada vez son más las voces que recuerdan el efecto negativo que estas macro-instalaciones tendrán en la biodiversidad del entorno y en los sectores cercanos: pesca artesanal, agricultura y ganadería extensiva sobre todo. Se trata de complejos industriales marinos y en zonas donde los peces depositan las larvas que hacen posible su reproducción, donde los cetáceos se alimentan del plancton y que son para ellos corredores de conexión con otros mares. Nos encontramos en un cambio global que afecta gravemente la conservación de la biodiversidad y, por tanto, también nuestra salud y bienestar humano. Hay más información aquí.
Entonces pasadas unas décadas, si logramos preservar alguno de esos espacios y salvarlo de nuestra ambición y jerarquía humana ¿cómo te acercarás a ese mar sin molinos pero tan afectado y presionado, o a ese embalse, a sus dólmenes, a su isla ya recuperada para las aves? Quiero hablarte de EcoTurismo. Ante la falta de sensibilidad hacia las zonas frágiles de nuestra Península, algunas asociaciones que trabajan en el ámbito del turismo sostenible han decidido iniciar la campaña “Nuestros Espacios Protegidos”. Afirman que nuestra sociedad no valora lo suficiente estos lugares y que no tenemos un compromiso personal con su preservación. Nos enorgullece preservar la Sagrada Familia o la Cibeles y sin embargo tenemos muy poca empatía con los espacios naturales. En un informe reciente del año 2020 se evidenciaba cómo España es el país que más superficie aporta a la Red Natura 2000, más de un 27% de superficie terrestre protegida. Disponemos de 16 parques nacionales, 150 parques naturales, 1800 espacios legalmente protegidos. Es el primer lugar mundial en Reservas de la Biosfera, el segundo lugar en Geoparques, el tercer lugar en Humedales y no lo valoramos. Amanda Guzmán, gerente de la Asociación de Ecoturismo insiste en la necesidad de revalorizar el trabajo de cuidado y mantenimiento de las áreas naturales y de paso poner también en valor la cotidianeidad de quienes viven en ese espacio. Ella tiene claro que un Espacio Protegido no es solo una herramienta para la salud de las personas, sino también una oportunidad laboral y una apuesta de desarrollo económico para las zonas que lindan con ellos. Los que allí viven pueden considerarse como los guardianes del entorno, los que aseguran su vida y por tanto nuestra salud. Cada vez son más las voces en el mundo del ecoturismo que ponen en valor el trabajo y la vida de los habitantes locales y su actividad agrícola y ganadera, gestora del espacio natural. Después de la pandemia, la visita a estos lugares aumenta de manera constante y con ese aumento masificado los vuelve a poner en peligro. Es complejo, necesitamos entenderlo y caminar en la dirección correcta que es la que nos indica la naturaleza. ¿Sabremos hacerlo? Quiero creer que ya hemos aprendido la otra lección, la que no asegura precisamente la vida, la que destruye los pocos espacios que quedan.
Pero si deseas escuchar a las personas protagonistas de esta historia que acabo de contarte, las tienes a todas aquí. Tómate tu tiempo y saca tus propias conclusiones. Me gustará saber cuáles son.
Conoce a Pilar Sampietro
Soy periodista radiofónica especializada en ecología y cultura. Dirijo y presento Vida Verda en Ràdio 4, así como su versión en castellano, Vida Verde, en Radio Nacional de España (RNE) y Radio Exterior, programas sobre crisis climática y ecológica, biodiversidad, paisaje y cultura. En Radio 3 presento Mediterráneo, un espacio sonoro sobre música, efectos migratorios y cultura de los diferentes rincones del Mediterráneo. Además, colaboro habitualmente en blogs de ecología como Alterconsumismo (El País Digital), soy coautora de los libros El jardín escondido (Pol·len, 2013) y, más recientemente, La ciudad comestible (Morsa, 2018), donde exploro experiencias y propuestas para hacer más verdes las ciudades.