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Esta semana, justo el 27 de abril de 2021, nos hemos despertado con la noticia del asesinato de David Beriáin (periodista) y Roberto Fraile (cámara de David) en Burkina Faso, cuando estaban acompañados de un convoy del ejército del país que patrullaba contra la caza furtiva de esta zona. Justo en este momento, fueron atacados (según datos del día de hoy) por un grupo de guerrilleros Yihadistas cerca de la reserva natural de Pama, en la frontera oriental con Níger y Benin. En este momento, se encontraban realizando un reportaje para denunciar la caza furtiva de esta zona.
Foto de El Confidencial
La presidenta de la Asociación de Periodistas de Información Ambiental (APIA), María García de la Fuente, ha condenado los dos asesinatos lamentando que son “situaciones que se repiten desgraciadamente”. Cosa que también perjudica a los guardabosques y otros colectivos en defensa de la naturaleza. Dice que es necesario llegar a un “consenso mundial que vele por la custodia y salvaguarda del rico patrimonio natural del continente africano”.
Según la ministra de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, Arancha González Laya, el lugar donde se produjeron los asesinatos es “una zona peligrosa por ser el campo habitual de operaciones de grupos terroristas, cazadores furtivos, bandidos y yihadistas”.
“Las mafias de la caza furtiva operan en estrecha colaboración con los grupos terroristas y las guerrillas armadas de África”, según afirma María García de la Fuente.
¿Será este otro asesinato contra el activismo medioambiental?
Esto nos ha hecho reflexionar sobre cómo están de perseguidos los diferentes activistas medioambientales que intentan cambiar diferentes aspectos de la sociedad y que por intereses políticos o económicos (sobre todo) están en peligro continuamente.
Si miramos a lo largo de la historia, podemos nombrar una larga lista de diferentes personalidades que han intentado luchar por el medioambiente y que han perdido su vida intentándolo. Por ejemplo, el caso de Berta Cáceres, ya comentado en otro artículo de nuestro blog, que fue asesinada por un grupo de sicarios en su casa, dirigidos por militares y responsable de la empresa DESA (Desarrollos energéticos), la constructora que pretendía construir un complejo hidráulico que ponía en riesgo el modo de vida tradicional de las comunidades locales de Honduras y contra el que Berta Cáceres lucho hasta su último suspiro.
Foto de Goldman Awards
Otro caso, el de Datu Kaylo Bontolan, asesinado en Filipinas por oponerse a la minería ilegal en la zona. Como líder de Manobo, fue una de las muchas personas indígenas víctimas de estos crímenes el 2019, por defender su derecho a la autodeterminación y proteger sus tierras ancestrales de quienes buscan explotar sus recursos naturales.
En Rumania, por su parte, las amenazas y los ataques también han aumentado, incluyendo el asesinato de Liviu Pop, un guardaparques que trabajaba protegiendo uno de los bosques primarios climáticos más grandes de Europa. Liviu fue asesinado a tiros por proteger árboles en un país donde el crimen organizado está diezmando estos bosques.
Entre las y los activistas que aún sostienen su lucha y están bajo amenaza se encuentra Angélica Ortiz, prominente defensora Wayuu de La Guajira, quien durante años se ha opuesto a la mina de carbón más grande de América Latina, como parte de los esfuerzos para proteger el derecho al agua de las comunidades que viven en una de las regiones más pobres de Colombia. A lo largo de esta labor, ha sido amenazada y hostigada.
Y estos son tan solo algunos casos de los muchos que, por desgracia, suceden año tras año.
Reflexionemos todos durante un momento sobre esta situación. ¿Qué hemos hecho para llegar hasta aquí? ¿Qué podemos hacer para conseguir que esto cada vez vaya a menos o disminuya directamente? Vivimos en una sociedad en la que aún hoy en día perseguimos a las personas por sus ideales. Y en este caso, no solo por sus ideales: se persiguen personas que luchan por conseguir un mundo mejor, para ellos y para todos nosotros. Es hora de que países, partidos políticos, grandes empresarios, personas influyentes, grandes empresas empiecen a escuchar a los activistas y quizás será la manera de cambiar la situación que estamos viviendo.